Hoy os enseño completa la boda de Irene y Jorge.
Una pareja y una familia guapísima, en todos los sentidos.
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La Iglesia de San Sebastián en Muñochas lucía dorada a las 18.30 de la tarde.
La luz imponente.
El calor también.
La decoración floral la hice a base de cestos con lo recolectado en el campo a lo largo de junio por la familia, encargué una guirnalda de eucalipto y flores estilo silvestres, iguales al resto que había diseminadas en botellitas. Todas como las que eligió Irene para su ramo.
Alpacas de heno, lavanda, manzanilla, eucalipto, espigas de trigo por todas partes, en el altar una artesa llena y jarras de cristal en el retablo.
La puerta del confesionario que encontré en un cuartito, soporte perfecto para los misales a juego con las invitaciones.
El terceto de cuerda tocando "Viva la vida" de Coldplay.
Una barra de horchatas frías con dulces artesanos a la salida de la ceremonia.
El cóctel y la cena en el jardín de la Canaleja del Hotel Cuatro Postes: sitio, catering, gente maravillosa.
En las mesas grullas doradas, guirnaldas de luces y velas.
Vámonos al baile.
Una mesa inmensa con 200 cajas hechas al estilo origami una a una por Jorge, cada una con una etiqueta con el nombre de cada invitado y una grulla mini plegada por Irene. Dentro una copa de cristal con el logo I&J. A un lado un apartado con muchas figuras plegadas por el padre de la novia y la historia del origami y el por qué de las grullas.
Una mesa de chuches con una jaula donde muchos de los invitados depositaron las suyas.
El superflashmove que se marcó la familia.
Un photocall tipo fotomatón muy divertido.
En el cielo colgando por todas partes una guirnalda que hice con 1000 grullas de colores que el hermano de Irene nos cedió amablemente.
A él, seguro, se le concederá su deseo.
Y a Irene y a Jorge no lo dudo. Primero por la cantidad de grullas que plegaron, pero sobre todo por el empeño, la paciencia, la tenacidad y ese pedazo de sonrisas que ponen a las cosas.
mart a.